La Compañía Asturiana de Comedias, el conjunto aficionado más longevo de la escena regional, regresaba ayer al Teatro Jovellanos con una pieza estrenada en 1943 y obra del dibujante Alfonso Iglesias que da vida sobre las tablas a sus icónicos Telva y Pinón. La génesis del texto, tal como se relata el grupo, no desentonaría nada en uno de los cuadros que suelen interpretar. El historietista se encontraba encamado por causa de una gripe y acudió a visitarlo José Manuel Rodríguez, actor y director de la Compañía: "¡Arriba, vagu, qué faes na cama!", le soltó a modo de saludo. Acto seguido le propuso escribir esta comedia con la célebre pareja de aldeanos de protagonistas.
El humor popular, como el que impregna esa frase, es el principal ingrediente del teatro costumbrista con el que la agrupación dirigida por Sergio Buelga lleva conquistando a sus espectadores -que hoy siguen enamorados hasta las trancas- desde hace más de un siglo.
Dilatada experiencia
Que sigue gustando y contando con un público fiel lo mostraba el lleno -o casi- con el que fue acogida la obra en el coliseo gijonés y el hecho de que hoy repita pase. La larga y exitosa trayectoria de la Compañía Asturiana de Comedies, que en sus tiempos dorados llenaban salas durante días e incluso emprendían giras por la América de la emigración, solo cabe explicarse por la identificación de una gran masa de espectadores con la realidad que escenificaban.
Hoy sus sainetes no siempre responden a lo que un público actual esperaría ver sobre un escenario, aunque en la cartelera de nuestro tiempo a veces triunfen divertimentos de no mayor hondura intelectual, pero a quienes se criaron asistiendo a sus representaciones o simplemente les gusta, está claro que les siguen divirtiendo y que les siguen llegando.
El drama de Pinón al tener que vender una vaca y la rivalidad amorosa de dos rapaces de distinta extracción por Carmina es la historia que se cuenta en la pieza. La gracia y el arte la pone todo el magnífico elenco de esta comedia que cumple su función: hacer reír y feliz al público que la ve. Y que la aplaude, como anoche -como tantas noches a lo largo de las décadas-, con todo su calor.